LA CURIOSIDAD
¿Cuántas vueltas me quedan, entrenador?
UN KILÓMETRO EN UNA PISCINA DE 25 METROS SON 40 LARGOS.
LAS GAFAS INVENTADAS POR KATIE WILLIAMS LAS CUENTAN POR USTED OLALLA CERNUDA
Si alguna vez ha tenido esa sensación de perder la cuenta del número de largos que ha hecho en una piscina, arriba y abajo sin cesar, seguro que comprende perfectamente a Katie Williams.
Esta estudiante de ingeniería industrial de la Universidad de Brunel, en Inglaterra, que además lleva años trabajando en sus ratos libres como socorrista, ha desarrollado unas gafas de nadar que tienen una pequeña pantalla incorporada, para que el nadador sepa en todo momento las vueltas que le faltan para acabar su entrenamiento, o el tiempo que hace en cada una de ellas.
Las gafas, de aspecto futurista y color azulón, han sido bautizadas como Inview, e incorporan un pequeño dispositivo electrónico, basado en el mecanismo de un compás, capaz de contabilizar las vueltas que lleva un nadador en la piscina, y las que le quedan para acabar el entrenamiento. Cuando el nadador se mete en el agua, basta con apretar un pequeño botón en el lateral de la gafa para que ésta empiece a funcionar.
Cuando da la primera brazada aparece en el cristal de una de las lentes el contador, y cada vez que éste cambia de sentido (porque ha terminado una vuelta) al registrar el cambio de coordenadas se restan vueltas del marcador electrónico.
Katie asegura que se le metió en la cabeza hacer estas gafas porque, cuando entrena y tiene que hacer muchas vueltas, pierde enseguida la cuenta, por falta de concentración.
Así no hace falta ir contando giros, basta con mirar de cuando en cuando de frente.
Pero no son estas gafas las únicas que mezclan la tecnología con el agua. Los hay que ya han diseñado un aparato reproductor de MP3 capaz de utilizarse en la piscina, aunque esté completamente sumergido.
Otro alumno de esta misma universidad, Sam James, ha desarrollado el Soundwaves, un reproductor MP3 que se enchufa a unas gafas de nadar y que utiliza los huesos del oído para conducir las ondas del sonido y que éstas puedan ser escuchadas incluso bajo el agua.
Las vibraciones del MP3 pasan a través del cráneo y se introducen directamente en el oído, lo que permite al nadador no sólo escuchar música, sino también, por ejemplo, las órdenes que le dé su entrenador.
Su prototipo de reproductor sumergible tiene una capacidad de 128 megas, suficientes para almacenar canciones como para nadar durante 10 kilómetros.
El artilugio de James ha sido muy bien acogido por la comunidad científica.
Tanto que ya ha recibido el premio a la mejor innovación de AOL, empresa que pretende adquirir la patente para investigar en este tipo de dispositivos 'sumergibles.
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