Bañadores con turboEn el mes de abril de 2007 relatamos que un grupo de nadadores de la selección USA se habían desplazado a Camberra, justo después del campeonato del mundo de Melbourne, con el fin de realizar pruebas con un bañador experimental de la empresa inglesa Speedo. Unos meses después, el 12 de marzo de 207 Speedo realizaba el lanzamiento mundial del denominado LZR Racer.
Los argumentos de la empresa eran muy parecidos a los utilizados por la competencia y en sus anteriores versiones del bañador, aunque sorprendía asegurando que su tejido (LZR Pulse) diseñado con la ayuda de la NASA “reduce la vibración del músculo gracias a su cuidada compresión”. El fin de semana siguiente, durante el Gran Prix de Missouri los nadadores patrocinados por la multinacional inglesa lo ponían a prueba.
Nadie se quejó cuando Kirsty Coventry batió el record del mundo de 200 espalda ni cuando Natalie Coughlin rebajó su propio record del mundo de 100 espalda el mismo día que en Australia Eamon Sullivan rebajaba el record del mundo de 50 libre.
La tormenta estalló al desembarcar un mes después en Europa, en Eindhoven fueron muchos los que no daban crédito a las rebajas mundiales que hubieron. Muchos vieron en el bañador añadidos que parecían estar fuera de la legalidad y que claramente favorecían la flotabilidad del nadador. 15 records del mundo en 15 días no es algo sencillo de ver, todos excepto uno, conseguidos con un único bañador, el Speedo LZR Racer.
Las voces discordantes acusaron a la FINA de favorecer a Speedo, patrocinadora de la federación mundial, y la forzaron a dar explicaciones en una reunión que ya estaba prevista durante el mundial de corta de Manchester.
La firma italiana Arena emitió una nota de protesta en Manchester basando sus argumentos en el material plástico que cubre el tejido del bañador y de los añadidos que claramente favorecen la flotabilidad del nadador y por lo tanto la velocidad del nadador, algo prohibido por la propia FINA (FINA Handbook 2005-2009 - Swimming Rules - SW 10.7). La ira de la firma italiana la llevó a publicar un anuncio de protesta a página completa en los principales periódicos ingleses.
Otros fabricantes como Adidas, Mizuno, Nike y Diana hicieron frente común y también denunciaron la presencia de neopreno en el nuevo TYR TracerLight con efectos parecidos al nuevo Speedo. En la reunión mantenida ayer por la FINA Speedo aseguró en sus informes que la mejora del rendimiento no venía de la flotabilidad sino de la compresión que realiza el tejido en el músculo, apartando la atención del material plástico que recubre el bañador y de los añadidos claramente ilegales. La FINA declaró al bañador como legal.
De nada sirvió a Diana su amarga protesta en la que decía que la FINA no había admitido un bañador suyo con una construcción similar a la de Speedo. La respuesta de la federación fue que es legal. No han admitido su error y ahora destapan la caja de los truenos.
La consecuencia de todo ello es que una nueva era se ha abierto en la natación de élite, donde el “doping tecnológico”, algo que apuntó el italiano Alberto Castagneti, está permitido y de aquí a los Juegos Olímpicos de Pekín vamos a ver como diferentes marcas comerciales lanzan diferentes versiones “copias” del bañador de Speedo.
Como apunto el director técnico USA, Mark Schubert, terminarán los Juegos Olímpicos y no sobrevivirá ningún record de la tabla que empezó la temporada, algo sin parangón. Arena lo tuvo claro y solo salir de la reunión hizo traer desde Italia un prototipo, que hasta hoy pensaban que era ilegal, para que esta tarde Filippo Magnini lo utilice en la final de los 100 libre.
La guerra de los bañadores ha sido declarada y no tenemos claro si será beneficioso para la natación. Hasta hoy, este deporte era relativamente barato de practicar, con un coste de material asumible para la mayoría, pero si la diferencia en una prueba de 200 metros puede estar en más de 1 segundo entre utilizar un material y otro y el coste supera los 400 euros, puede que acabe siendo más caro que practicar golf.
Roger Torné
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